martes, febrero 28, 2006

Concierto de Adler's Appetite (Murcia 17/02/2006)

Parece mentira que uno se haya acostumbrado a ver a Steven Adler tan a menudo de gira por España (3 veces en un año) cuando hace tan solo unos pocos años todos temíamos que alguien nos diera la fatal noticia. Y bueno, no había pasado ni un mes, y nos dirigíamos una vez más a ver a nuestro querido “Pocorn” Adler para asegurarnos de que sigue vivo. Eso si, la cosa esta vez iba a cambiar bastante.

Las informaciones que tenía decían que la banda había cambiado, y que los nuevos músicos eran italianos de una banda tributo a Guns N' Roses, pero nos encontramos con una banda formada por músicos españoles de tercera división destrozando el repertorio "Gunner".

Y eso que la noche empezó bien. Estuvimos cenando en el mismo restaurante que Adler y sus músicos, justo al lado suyo. Se le veía tranquilo y relajado, dando buena cuenta de unas cervezas y comiendo algo. Uno se creía importante cenando al lado de un tipo que grabó las baterías del mejor disco de la historia. Nos hicimos las pertinentes fotos y nos dirigimos a la sala donde compartimos un porro con el mismísimo Steven (aunque después de lo visto estos días, uno casi tiene remordimientos por haberle dado hierba para fumar)

La sala era la misma en la que actuaron el año pasado pero con la mitad de gente. Dos grupos teloneros empezaron la noche, una banda local con una chica muy mona, y otro en una onda heavy que mejor olvidamos.

Lo que ocurrió a continuación fue algo surrealista, digno de ver. Un frontman que parecía haber salido de Matrix (el tipo llevaba una gabardina de cuero que le llegaba a los tobillos) y una banda que apenas si pudo sacar adelante los temas, con un Adler mucho más serio de lo habitual, supongo que viendo el desastre en primera línea… y la verdad, no me quiero extender porque no estaría bien, al fin al cabo el rock es así, las estrellas decadentes también tienen su glamour. La verdad es que yo intenté disfrutar el concierto, pero era imposible. Hasta hice algo que nunca había hecho en un concierto: le lancé una cerveza al cantante que impactó en su cutre gabardina y el tipo me recriminó diciéndome algo que ni recuerdo.

Días después Adler acabó en un hospital de Gijón bajo los efectos de las drogas y suspendiendo el concierto, con el consiguiente enfado de los fans españoles, no se como terminará el culebrón… pero ahora es el turno de Axl Rose y de "Chinese Democracy".

Chris Peterson 2000

jueves, febrero 16, 2006

Van ‘el hombre’: a su gusto (Granada 11/02/2006)

Van Morrison es un irlandés paticorto, embarnecido, que esconde su alopecia debajo de un sombrero sureño. Viste elegante con traje a medida y luce rejuvenecido por unas gafas de emporio bastante ‘cool’.

A sus sesenta años conserva la misma voz torrencial e inmarcesible que en 1964 le llevó a cautivar a oyentes de ambos lados del Atlántico siendo cantante de rythm n’ blues en Them. Los rugidos del ‘león de Belfast’ poseen tintes negroides y parecen provistos de un calzador mágico que les permite acomodarse en toda categoría de música enraizada.

El público granadino, que en su mayoría peinaba ya algunas canas, acudía para escucharle y poder llevarse así un fetiche sonoro en la memoria. Y es que todos estaban “amenazados” de las terquezas de Van: nada de fotos, se desconcentraría y concluiría de inmediato el espectáculo (avisaban unos carteles en las puertas del Palacio de Congresos). Tampoco se podían esperar monólogos humorísticos entre canciones ni servidumbres de ningún tipo.

Sin embargo, algo le debe gustar Granada al músico testarudo, que fue candorosamente recibido cuando se presentó micrófono y armónica en mano desde un lateral, mientras su pequeña ‘big band’ reconvertía el auditorio en un café-bar humeante de tiempos de Louis Prima. En su tercera visita al mismo escenario en lo que llevamos de siglo, sonrió, dejó caer alguna de las que todos se saben (‘Here comes the night’ y ‘Brown eyed girl’ fueron recibidas como limosnas) y brindó un bis.

No está mal, tratándose de alguien que camufla un cronómetro en las bambalinas para marcharse cuando éste alcanza exactamente los noventa minutos que el contrato incoa. Van Morrison, para bien y para mal, es así; agarra el saxofón y coloca la sordina. Nada de esa guitarra acústica que eternizaba los momentos oníricos de ‘Astral weeks’ (1968) o ‘Moondance’ (1970).

El 6 de marzo estará en las tiendas su tesina sobre el country, ‘Pay the devil’, y no es mera casualidad que el día siguiente tenga previsto tocar en Nashville. Las composiciones añejas y elegantes de sus últimos trabajos gozan de prioridad: repetitivos ejercicios de estilo que, para qué engañarnos, le sientan mejor que a nadie.

Eduardo Tébar

jueves, febrero 02, 2006

Nacho Vegas, cerca del cielo (Granada 26/01/2006)

El gijonés Nacho Vegas tiene ese ‘algo’ capaz de atrapar hasta al camarero que sirve cervezas diligente. Sobre el escenario es quieto, rígido, tupido por su melena y su guitarra. Musita, “si pudiera elegir sólo un deseo, pediría vivir siempre cerca del cielo”, y captura miradas y corazones que acuden como peregrinos a una liturgia.

Alguna camiseta de Bunbury entre los asistentes al Sugarpop demostraba que la intervención del asturiano en el espectáculo circense ‘Freak Show’ está teniendo secuelas en el público mayoritario. También el currículo discográfico, con trabajos de consolidación retardada como ‘Actos inexplicables’ o ‘Cajas de música difíciles de parar’. Quizá porque Nacho Vegas empieza a caminar por latitudes superiores, resultaba insuficiente el recinto: como sardinas en lata estuvimos. Fuera, varias decenas de personas se quedaron sin entrada. A favor, eso sí, la cercanía al músico y la pulcritud del sonido. Se recuperaba cierta esencia roquera, esa de garito con estampa de banda embebiendo al gentío.

La grandeza del que durante muchos años fue guitarrista de Manta Ray -aparentemente embarnecido- está en su capacidad para dotar de vida propia lo que interpreta. Las canciones suenan revitalizadas, poderosas en su comunicación urgente. Es evidente el ensamblaje que La Esferas Invisibles, grupo de acompañamiento, ha logrado. Unos Bad Seeds que cubren de voltaje y matices la literatura del jefe. A veces, como en “Perdimos el control”, en trepidante ‘road movie’ a lo Barry Gifford. Lo que empezó con salmodias lentificadas acabó envuelto en apocalípticos chirridos. Pura impronta ‘dylaniana’.

Entre temas, Nacho Vegas se interesaba por la expulsión de la noche en ‘Gran Hermano’. También improvisó un “mi rostro hoy no apareció en ‘Dónde estás corazón’”. Dosis de humor, tal vez frivolidad, o afán por mostrar en panorámica las cotas del abismo. Se desenvuelve a gusto entre lo vulgar y lo elevado, fluctuando el tono de su discurso, alternando la guitarra acústica con los baños de electricidad.

Tres discos largos y cinco Ep’s (también extensos, si atendemos a la duración) conforman una obra demasiado dilatada para un concierto. Y más si reparamos en que este artista no tiene grandes éxitos. Cada uno de sus compactos es homogéneo en cuanto a calidad. Al final, optó por la cosecha del último año y el rescate de piezas más antiguas.

Alguien del público gritó “¡eres el juglar del siglo XXI!”. Vegas contuvo una sonrisa aviesa. En efecto, este cantautor apila una de las más sobresalientes colección de canciones escritas en castellano en la presente centuria.

Eduardo Tébar