jueves, octubre 16, 2008

Concierto de Andrés Calamaro (Barcelona 03/09/2008)

Andrés Calamaro retoma la senda del rock en la Sauna Razzmatazz

Estaba convencido de que no iba a asistir a este concierto. Después de la desagradable experiencia sufrida en el mes de Julio tras los conciertos de Lenny Kravitz y Ben Harper debido a la ausencia de transporte público pasadas las doce de la noche, juré no volver a asistir a un concierto que se celebrase en Barcelona en un día laborable. El de Calamaro iba a ser un miércoles día 3 de Septiembre, así que ni llegué a plantearme la posibilidad de comprar una entrada cuando estas salieron a la venta y traté de no pensar en si el concierto valdría la pena o no. El día 2 de Septiembre recibí la llamada de una amiga que me comunicaba que a la persona con la que ella iba a asistir al concierto del día siguiente le había surgido un imprevisto y me pedía si sería tan amable de acompañarle con la entrada de ésta. Cuando a uno le hacen este tipo de peticiones no tiene más remedio que aceptar, así que, sin comerlo ni beberlo, el día 3 de Septiembre me dispuse a acompañar a mi amiga a ver a Calamaro, eso sí, con la cartera llena de billetes por si tenía que volver a casa en taxi. Sinceramente he de decir que más que hacerle un favor yo a ella me lo hizo ella a mí, porque lo que presenciamos en la Razz ese día será difícil de olvidar y fue un broche de oro para mis extrañas aunque completas vacaciones estivales del 2008.

Durante la tarde del día 3 de Septiembre el calor y la humedad apenas dejaban respirar por las calles de Barcelona. Cualquier ambiente que no fuera el de un local cerrado con el aire acondicionado puesto a no más de 22 grados era prácticamente insufrible. Si a eso le sumamos las lamentables condiciones de refrigeración de la Sala Razzmatazz, famosa por las altas temperaturas que se alcanzan en los conciertos y fiestas que allí se celebran, la escasa ventilación y el calor humano que desprendían las 2.500 personas que colgaron el “No hay billetes” varias semanas antes del evento; cualquiera se puede imaginar que a menos de media hora del comienzo del concierto ya todo el mundo estaba empapado y abanicándose. No es que me haya equivocado en el subtítulo de la crónica, es que realmente más que una sala de conciertos aquello parecía mismamente una sauna con la única diferencia de que, en lugar de oler a eucaliptus, el ambiente olía a una mezcla de tabaco, marihuana cerveza y sudor.

En la entrada del concierto figuraba que a las 21:00 h. daría comienzo la actuación del artista invitado, siendo las 22:00 h. la hora prevista para la de Calamaro. La sorpresa fue cuando sobre las 21:35 h., sin que por allí pasase previamente ningún artista invitado, Andrés y su banda saltaban a escena. Con gafas de sol de policía americano y camiseta con el lema “Rock & Roll Circus” en el pecho, el cantante argentino ocupaba el centro del escenario dejando un par de rosas blancas sobre su atril engalanado con un calamar de peluche y se colgaba del hombro su eterna Fender Telecaster con el toro de Osborne en el golpeador. Tras jugar durante unos segundos en el mástil de la guitarra probando algún riff, Andrés y sus músicos acompañantes entonaban “a cappella” los primeros versos de “El salmón” para posteriormente dejar que las guitarras comenzaran a rugir y que el público de Barcelona comenzara a saltar. Sin apenas espacio entre una y otra canción, la banda continuaba con “Los chicos”, tema de su nuevo álbum muy propio para los primeros minutos de un concierto en el que se pretende levantar el ánimo del público cuanto antes mejor. Entre medio de la canción Andrés saludaba al público catalán con un “Bona nit Barcelona, volvemos como siempre con alegría y respeto”, y es que Andrés Calamaro siempre se ha declarado un amante de la Ciudad Condal y en ella ha tenido ocasión de brindar conciertos memorables. Tras tamaña descarga de energía rockera y con todo el público completamente revolucionado, le llegó el turno a algunos temas mucho más relajados como la versión en clave de cumbia de “Tuyo siempre” o el medio tiempo de “Mi gin tonic”, uno de los pocos temas de “La lengua popular” que interpretaría en toda la velada.

En esta ocasión la banda que acompañó a Andrés Calamaro estuvo compuesta por Julián Kanevsky, Diego García y Geny Galo en las guitarras, Tito Dávila en los teclados y sus antiguos acompañantes desde 1998 José “Niño” Bruno en la batería y Candy “Caramelo” en el bajo, ambos recientemente en las filas de Fito & Fitipaldis. A excepción de Geny Galo (hermano de Candy “Caramelo”), el cual hizo las labores de guitarrista rítmico y corista durante este concierto, todos los demás músicos de la formación ya acompañaron a Calamaro durante la gira conjunta con Fito & Fitipaldis celebrada el pasado verano. Para mi gusto tres guitarras más la de Andrés fue un poco excesivo, y más para los que tuvimos la suerte de situarnos a pocos metros del escenario. En ocasiones el sonido resultaba un tanto ensordecedor y a mí personalmente me tardó en desaparecer el pitido de los oídos algo más de dos días. Por lo que respecta a Candy “Caramelo” y a “Niño” Bruno, para mí lo de esta pareja es algo digno de admiración. Yo no sé si habrá algún músico profesional que trabaje más que ellos en toda España. Lo mismo les da girar con Calamaro, que con hacerlo con Fito, que grabar discos con cualquier músico que requiera de sus servicios, que grabar discos en solitario. Me quito el sobrero ante ellos.

El aspecto y forma física de Andrés en la actualidad es realmente excepcional. Al verle dándolo todo con actitud macarra, a muchos se nos representó la imagen del Calamaro de mediados de los noventa durante su etapa en Los Rodríguez: ágil, fresco y con ganas de comerse el escenario. Precisamente de Los Rodríguez sería el siguiente tema en sonar, concretamente “A los ojos”, cuyo estribillo fue coreado a voz en grito por toda la audiencia. Tras él vendría “Carnaval de Brasil” y a continuación “Todavía una canción de amor”, el tema de Los Rodríguez compuesto por Joaquín Sabina, que prácticamente empalmaría con “Ok, perdón”. Tras este par de “revivals” intercalados con temas más recientes llegaría un bloque de canciones nuevas o revisadas compuesto por “5 minutos más (minibar)”, “La espuma de las orillas”, la versión rockabilly de “Elvis está vivo” registrada recientemente en el nuevo disco en solitario de Candy “Caramelo” y donde éste llevó la voz cantante, y “Lo que no existe más”, último tema de “La lengua popular” en sonar durante el concierto.

La frescura de Calamaro no era únicamente física y musical, también era mental. Además de dar las gracias a Barcelona constantemente, de estar encantado de tocar en un templo del rock como Razzmatazz y de agradecer la asistencia al concierto de algunos artistas catalanes como Loquillo y Manolo García, Andrés también tuvo tiempo para provocar algunas situaciones cómicas como por ejemplo un supuesto chiste sobre el 50 cumpleaños de Michael Jackson y algo relacionado con celebrarlo con el culo pegado en la pared (chiste que nadie entendió), o la interpretación “a cappella” de algunos versos del tema “Fiesta cerveza” de Pappo Napolitano, haciendo voz y contrabajo con la boca y gesticulando una especie de movimiento con las manos que podríamos denominar “air-contrabajo”.

A continuación llegaría la parte más melancólica y emotiva del concierto con temas como “El día de la mujer mundial”, “Los aviones”, los tangos “Jugar con fuego” y “Los mareados” (interpretados con el único acompañamiento del teclado de Tito Dávila) y el tema del Cuino Skornik “Estadio Azteca”. Tras ellos, la actuación recuperaría nuevamente el positivismo y sonarían canciones como “Te quiero igual” (con el “meddley” de “No woman, no cry” de Bob Marley al final) y “Loco” (con el “meddley” del tema “Corte de huracán” publicado en “El palacio de las flores” al final).

En una actuación de un artista como Andrés Calamaro, con tantísimos buenos temas en su repertorio, pasen las horas que pasen parece como si nunca fuese a acabar porque siempre queda algún tema clásico por escuchar. Después de más de medio concierto aún quedaban temas como “Todo lo demás”, “Crucifícame”, “Horarios esclavos”, “Crímenes perfectos”, “Me arde” y por supuesto “Flaca” y “Alta suciedad”, que fueron precisamente los que sonaron antes de que la banda se retirase a los camerinos pronunciando el típico “Hasta siempre, muchas gracias” de rigor. Entre uno y otro tema el argentino tuvo tiempo de darle un par de caladas a un canuto y hasta de ir a por el termo y la bombilla del mate. Este gesto fue aplaudido por los centenares de argentinos que había en la sala. Algún día tengo que encontrar donde se esconde la máquina de fabricar argentinos en Barcelona porque cuando hay algún concierto de Calamaro salen como las setas, todos ellos bien provistos con sus camisetas albicelestes y sus banderas soleadas, dificultando la visibilidad de la gente “normal” que va a un concierto a disfrutar de la música más que a reivindicar de forma absurda su nacionalidad o patriotismo.

Tras un pequeño descanso Calamaro y su banda volvían al escenario para interpretar el primer y único bis de la noche. Cargado con botellines de agua y un ramo de rosas blancas, Andrés fue lanzándolo todo a modo de obsequio hacia el público que, después de prácticamente dos horas y media de concierto, no podía estar más empapado en sudor. El “set” final fue realmente apoteósico y en él sonaron “Sin documentos”, “Canal 69” y “Paloma”, tema que supuso el broche final para un concierto que ninguno de los allí presentes podía haberse imaginado hace unos cuantos años. Hasta la hora de finalización del concierto fue perfecta, las 23:30 h., suficiente para poder coger el último metro.

En toda mi vida he visto a Andrés Calamaro en directo en siete ocasiones. En las seis anteriores, cuando no ha sido por una cosa ha sido por otra, pero ninguna de ellas acabó siendo una actuación redonda del todo. Quizás la de “El regreso” en el Palau Sant Jordi fue la que más se aproximó a la perfección si no llega a ser por la desastrosa acústica del recinto. Después del concierto del día 3 de Septiembre en la sala Razzmatazz y con la perspectiva que da el paso de algo más un mes desde su celebración hasta la redacción de esta crónica, no tengo ninguna duda a la hora de afirmar que éste fue el mejor de todos los que he visto por entrega, pasión, repertorio y banda acompañante. Esperemos que esta sea la tónica habitual en los conciertos de Andrés Calamaro a partir de ahora y que no se vuelva a desviar nunca más de la senda del rock.

El Artista Multimedia del Bajo Aragón

domingo, septiembre 28, 2008

Concierto de Henry Fiat’s Open Sore (Granada 20/09/2008)

Henry Fiat’s Open Sore: Punk enmascarado

En Granada, uno sabe que el verano acaba cuando la música en directo vuelve a los garitos. Empieza otro curso de conciertos, pequeños festivales, reuniones en salas y ganas de diversión. Los indicadores de los últimos años señalan que la capital alberga más de 1.500 eventos de estas características en cada ejercicio. Una cifra que probablemente se superará en los próximos meses. Al menos, teniendo en cuenta que varias salas están cerrando fechas para febrero de 2009. Un balance meritorio en plena desaceleración económica.

La joven promotora Microsurco –en breve se estrenará también como sello discográfico– destaca por su importación estratégica de espléndidas formaciones del rock escandinavo. Gracias a su osada y emprendedora iniciativa, la ciudad ha vibrado con bandas incontestables como Bloodlights o Dexter Jones Circus Orchestra. En otras ocasiones, el público pudo descubrir joyas del sector garajero como Alex Face o The Groovies.

La nueva temporada arrancó fuerte en la sala Who. Con vigor y generosidad gremial. Y es que Henry Fiat’s Open Sore compartieron cronómetro con los dos grupos teloneros (Arisca y Zutaten), de forma que todas las propuestas chuparon escenario por igual. Los de Estocolmo no llegaron a la hora de actuación por aquello de la opresora normativa municipal y se encontraron el ambiente fogoso tras el glam-punk acelerado de los granadinos ZTTN. En realidad, el Microrock pareció un único concierto. El mismo combo pero con distintas caras.

El cuarteto liderado por Sir Henry Fiat tomó el relevo de sus emplumados pares andaluces para arrear con las canciones de su flamante ‘Mondo blotto’. Piezas reconcentradas de verborrea convulsa, acordes-los-justos y síntesis melódica en beneficio de un ritmo frenético con volumen al once: ¡sube, que nos vamos! Además, en vivo son puro nervio. Músculos en tensión, más preocupados por asegurar el sudor del prójimo que por cuidar los matices musicales. Para eso, excitan el espectáculo con el aderezo estético de las máscaras de luchador mexicano, que terminan de sembrar la locura cuando suenan temas tan explosivos como ‘I rock’ o ‘Cocaine’.

Músicos de militancia punk allí presentes como La URSS o el cantante de hardcore Malo Morano (observen la foto) experimentaron una catarsis directa con el vocalista de HFOS. Sin duda, ayudan los diez años de tablas de los suecos. Hace unos meses, muchos españoles los conocían en el papel de teloneros de The Hives. A partir de ahora será mejor andarse con ojo. Trabajan en clandestinidad y resultan demoledores. Y rápidos… ¿Fue media hora larga?

Eduardo Tébar

domingo, agosto 10, 2008

Concierto de Ben Harper (Badalona 10/08/2008)

La faceta más mística de Ben Harper llega a tierras catalanas

Dicen que después de la tormenta siempre llega la calma. Más que tormenta fue un huracán lo que el martes día 8 de Julio pasó por el Pavelló Olimpic de Badalona con el concierto de Lenny Kravitz y, dos días más tarde, era Ben Harper con sus Innocent Criminals el que se subía a las tablas de la cancha de “La Penya” para promocionar en directo su último álbum de título “Lifeline”. El rock, el funky y el soul de Lenny Kravitz dejaba paso al folk-rock de Ben Harper con tan sólo 48 horas de diferencia, y la verdad es que muy poco tuvieron que ver ambos espectáculos a excepción de que nuevamente se volvía a organizar en víspera de día laborable.

Los encargados de abrir el show fueron los murcianos M-Clan, unos más que dignos teloneros que consiguieron hacer botar al público de Badalona a pesar del agobiante calor del pabellón. No pude disfrutar del “set” completo de M-Clan debido a mi retraso en la entrada al recinto, pero durante el tiempo que los vi tuve la extraña sensación de estar viendo a la banda de rock que fueron hace cosa de cinco años en lugar de a los M-Clan del siglo XXI, más próximos al pop comercial que al rock. Algo difícil de comprender lo de estos tíos.

Sobre las 21:30 h., con una puntualidad exquisita, uno a uno y de forma escalonada, fueron subiendo al escenario todos los componentes de The Innocent Criminals hasta que, en último lugar, apareció un Ben Harper vestido con camisa de leñador abrochada hasta el cuello, pantalones vaqueros y... ¡gorro de esquí!... Algo alucinante dado que estábamos en Julio y el Pavelló Olímpic de Badalona parecía la cocina del infierno. Inmediatamente después, Ben Harper empuñaba su Gibson Les Paul color crema y comenzaba el concierto con los aires reggae de “Jah work”. Este sería el único tema de toda la noche durante el cual el californiano utilizaría la guitarra eléctrica. Para el resto de canciones hizo uso de una guitarra acústica y de sus ya míticas guitarras “steel”. Puede parecer un detalle sin importancia pero fue un claro reflejo de que Ben Harper venía más en son de paz que con ganas de hipnotizarnos con un concierto eléctrico y psicodélico como los que ofreció durante de su anterior gira. Escuchando “Lifeline” uno ya se da cuenta de la esencia acústica y relajada que éste desprende, así que el concierto no iba a ser más que una prolongación al directo de esta faceta de Harper.

La actuación prosiguió con un “set” compuesto por algunos temas de sus anteriores discos como “Excuse me Mr.” o “Waiting for you”, y otros de “Lifeline” como “Fight outta you” o “In the colors”. El público respondía a cada una de las piezas con total emoción y entrega, independientemente de la intensidad de estas, e incluso hizo soltar una carcajada a Ben Harper con los típicos cánticos futboleros de "Oé, oé oé oé". A continuación, por primera vez en toda la noche, los técnicos sacaban a la parte frontal del escenario la clásica silla cubierta con un tapiz en la que Ben Harper suele sentarse para interpretar los temas que requieren del sonido de su guitarra “steel”. “Use me”, “Gold to me”, “Welcome to the cruel world”, “Diamonds on the inside” y “Whiping boy” fueron las canciones que compusieron este bloque. Sin duda alguna son grandes temas y fue una gran interpretación con una brillante ejecución, pero quizás estos sean más propios para ser llevados al directo en un recital celebrado en un teatro y no en un concierto celebrado en un pabellón deportivo abarrotado con 8.000 personas, muchas de ellas de pie en la pista. La cuestión es que muchos de los allí presentes nos quedamos un poco fríos en esta parte del espectáculo.

Después de este momento místico llegó la parte más divertida del concierto con la puesta en escena de “Forgiven”, un “Burn one down” iniciado con la maestría en los bongos del minúsculo Leon Mobley, el funky “Black rain” durante el cual Ben Harper deambuló por el escenario tocando todo tipo de instrumentos de percusión y donde el bajista Juan Nelson hizo una verdadera demostración de lo que significa tocar el bajo, y para terminar, el tema pseudohindú “Better way”, ideal para despedirse del público de Badalona de forma apoteósica. Como se puede observar, himnos como “Sexual healing”, “Faded” o “Waiting on an angel” no hicieron acto de presencia en el repertorio del concierto, sólo Ben Harper sabe porqué.

Pero aún quedaba más. Tras unos instantes de descanso, Harper volvía al escenario, en esta ocasión él solo, para sentarse nuevamente en su silla y colocar en su regazo una de sus guitarras “steel”. El escenario permanecía en total oscuridad con la única iluminación de un foco centrado sobre la posición que ocupaban Ben Harper y su silla, cuando dio comienzo el estremecedor tema instrumental “Paris Sunrse #7”. Éste se prolongó muchos más minutos que el registrado en el álbum y, al igual que el tema original, fue concatenado con “Lifeline”, la canción que da título al último álbum de Harper. Durante la interpretación de estos dos temas fusionados en uno, el público asistente guardó un silencio sepulcral, llegando algunos a hacer callar a las voces aisladas que podían oírse, como si en un ritual religioso ininterrumpible nos encontrásemos. Lo que pasó después me lo han contado y lo he leído pero no lo pude ver porque, después de mi experiencia con el transporte público de Barcelona tras el concierto de Lenny Kravitz hacía dos días, preferí abandonar el recinto a las 23:47 h. y poder coger el último metro, antes que volverme a quedar en la puta calle durante largas horas esperando un taxi. Triste, pero Barcelona es así.

El Artista Multimedia del Bajo Aragón

martes, julio 29, 2008

Concierto de Lenny Kravitz (Badalona 08/07/2008)

La revolución del amor desembarca donde Cristo perdió el gorro

Sin abandonar la dinámica que en el último año se está siguiendo en Barcelona, la gira de otra estrella internacional del mundo de la música llega a la Ciudad Condal en la víspera de un día laborable. Resulta paradójico que las autoridades recomienden a los ciudadanos el uso del transporte público, pero que cuando se organiza un evento de la magnitud de un concierto de la gira europea de Lenny Kravitz en Badalona un día entre semana, ni tan siquiera se facilite de alguna forma la llegada desde el lugar del concierto hasta el centro de Barcelona. Con el metro cerrado desde las doce de la noche, sin autobuses nocturnos que pasasen por la zona del Pavelló Olímpic de Badalona, sin apenas taxis circulando a esas horas y con tantísima gente buscando uno al mismo tiempo, los asistentes al magnífico concierto que ofreció el artista newyorkino aquella noche permanecimos abandonados en la calle durante largas horas, olvidando prácticamente el fantástico espectáculo que acabábamos de presenciar. Voy a hacer un esfuerzo para no cagarme en la madre de nadie y evitar posibles demandas, así que hablaré de lo verdaderamente importante que fue lo puramente musical.

Las puertas del recinto se abrieron con puntualidad y los teloneros, una banda compuesta por cuatro tipos vestidos de ninja y liderada por una rubia con trenzas vestida con un traje de novia rojo, subieron al escenario según el horario establecido. La actuación de estos, cuyo nombre desconozco y realmente me importa un pimiento, fue un terrible muermazo y no tuvo nada que ver con lo que podría haber sido si el telonero llega a ser Chris Cornell como previamente había sido anunciado. Aún así, la gente echaba fotos y grababa vídeos, supongo que por las exóticas indumentarias más que por su calidad musical.

Con media hora de retraso con respecto horario de comienzo del concierto, por los altavoces comenzaron a sonar los acordes de un tema con aires funky a la vez que toda la banda habitual de Lenny Kravitz iba ocupando su posición en el escenario. Finalmente, con su Gibson Flyin’ V negra de purpurina colgada del cuello y vestido con pantalones de pitillo, botines de punta, levita de piel y unas gafas de sol negras que le duraron pocos segundos en la cara al salirles volando en uno de sus primeros movimientos de cabeza, apareció Lenny Kravitz para recibir la ovación del público y dar comienzo al show con “Bring it on”. Los 6.000 espectadores que se dieron cita en el pabellón se volvieron locos y el bosque de brazos levantados fotografiando y grabando con cámaras de fotos y teléfonos móviles prácticamente no dejaba ver a los músicos. Tras un excesivamente largo “Bring it on”, Kravitz y sus muchachos continuaron con algunos de sus clásicos como “Always on the run”, “Dig in”, “Fields of joy” o “It ain’t over ‘til it’s over”, dando una auténtica lección desde un principio de cómo se canta y cómo se hace música en directo.

A estas alturas del concierto Lenny Kravitz ya tenía a toda la audiencia en el bolsillo pero acabó de ganársela del todo halagando las grandezas de la ciudad de Barcelona y felicitando a los españoles por “patear en el culo” (literal) a toda Europa deportivamente hablando, tanto en el fútbol como en el tenis. Estaba pletórico y se le veía a gusto, encantado de estar en la ciudad donde un día quiso comprarse un apartamento, y así lo demostraba durante todo el concierto acercándose al público, tendiendo la mano a las primeras filas y subiéndose en las pasarelas laterales del escenario para estar más cerca de su público.

Tras este primer bloque de grandes éxitos de su carrera les llegó el turno al funky “Dancing til dawn” y al rock n’ roll “Love, love, love”, ambos publicados en su último trabajo discográfico “It’s time for a love revolution”. A continuación vendrían “Be” (con un eterno solo de trompeta) y “Stillness of heart”, temas que darían paso a “I’ll be waiting” interpretado por un Lenny Kravitz sentado delante de su horterísimo piano transparente con acabados dorados y luminosos. Así llegábamos prácticamente al ecuador del concierto.

La última parte antes de que la banda se retirara a los camerinos por primera vez estuvo compuesta por tres de los más recientes éxitos de Lenny Kravitz como “Where are we running”, la versión de los míticos Guest Who “American woman” y el coreado “Fly away”. Tras ellos llegó uno de los momentos estelares de la noche, la puesta en escena del tema “Let love rule” que fue alargado más de dieciocho minutos y durante el cual Lenny Kravitz bajó al nivel del público para subirse por las gradas e introducirse entre medio de la gente cual mesias ante sus fieles, con robo de abanico a una de sus fans incluido. La verdad es que el tema se hizo demasiado largo y no hubiera estado mal acortarlo un poco para, o bien interpretar más temas en el mismo espacio de tiempo o en todo caso acabar antes la actuación dadas las horas que eran. Tras este momento de catarsis, el grueso del espectáculo llegaba a su fin con el tema que da nombre al último álbum y a la gira de Lenny Kravitz, “Love revolution”.

Estaba claro que el concierto no podía acabar de esta forma, así que Lenny y su banda volvieron al escenario para hacer dos bises más, el primero de ellos interpretando “Believe”, donde Craig Ross se salió en el solo de guitarra; y el segundo y último el esperadísimo por todos “Are you gonna go my way”. Sin duda fue una formidable manera de bordar la espléndida actuación de uno de los grandes del mundo de la música actual.

Muchos han acusado a Lenny Kravitz de repetitivo, de comercial, de poco original y de dejar ver demasiado sus influencias en sus canciones, en su sonido y en su actitud en el escenario; pero lo único cierto y lo verdaderamente importante cuando uno se gasta 45 Euros en la entrada de un concierto es que, tanto él como la magnífica y profesional banda que le acompaña (empezando por el guitarra Craig Ross, acabando por la veterana sección de vientos y pasando por la sólida parte rítmica), dieron un auténtico espectáculo de rock n’ roll, funky y soul que muchos tardaremos en olvidar. Un diez para el tío Lenny.

El Artista Multimedia del Bajo Aragón

domingo, julio 27, 2008

Concierto de Bellrays (Granada 18/06/2008)

Bellrays: La chica es guerrera

Por qué negarlo. El mundo del rock es machista por tradición y códigos. Existe una descompensación de género brutal entre iconos de ambos sexos. Por eso, asombra la figura de Lisa Kekaula, una vocalista de color y arrobas que concentra todas las virtudes del manual del buen ‘front-man’. En las dos últimas décadas ha consolidado una marca que, a pesar de las variaciones en la formación, encarna el empuje y el arrojo del rock de Detroit, la afectación del soul, la inmediatez del riff y la profundidad de aristas del linaje afroamericano.

Sin pelo en pecho ni ‘baby’ a quien apelar, al concierto de Bellrays sólo le faltó una banda de metales para rozar lo sublime. Los californianos se encontraron una sala El Tren llena, agitada por la victoria ‘in extremis’ de España ante Grecia –que pudieron seguir en una pantalla gigante– y ya sudados tras la actuación de los teloneros –también de protagonismo femenino–, The Ettes. Presentaron su último trabajo, ‘Hard, sweet and sticky’, o sea, duro, dulce y pegajoso, que es como definen su sonido. La mezcla que algún rocker equiparó a lo que saldría si alguna vez Tina Turner se aliara con Motörhead.

Sirvieron trallazos de su flamante cancionero, como ‘The same way’ o ‘Psychotic hate man’, apisonadoras de rock n’ roll que con las grietas de la garganta de Kekaula ganan en intensidad y hasta en credibilidad. Incluso la vertiente soulera de temas como ‘The fire next time’, con esa evocadora sofisticación, se vio teñida por la torrencial descarga de voltaje. Nadie echó en falta la garrafa de testosterona. Sobraron ovarios.

Eduardo Tébar